Una de las cunas de la civilización futbolística, casi a la altura de la que representan los fundadores legítimos -británicos- y los más trascendentales -brasileños-, Italia puede discutir con pleno derecho y jerarquía con cualquier país considerado importante en este deporte. No sólo por sus cuatro campeonatos del mundo y su poderosísima cultura alrededor del balón, sino también por las ideas que la fueron transformando, abanderadas por Vitorio Pozzo primero y Nereo Rocco o Helenio Herrera después, incluso las contadas por Gianni Brera, maestro del periodismo que popularizó la posición del líbero que sublimaron Gaetano Scirea o Franco Baresi.
Antes y después del impacto que tuvo Arrigo Sacchi, Italia dominó Europa a través del Calcio de los años 80 y 90, la más poderosa de todas las épocas europeas a nivel de clubes. Llegado el siglo XXI, con Brasil, Países Bajos e Italia habiendo asentado sus respectivas escuelas de pensamiento, fueron España y Alemania las que cambiaron las reglas del juego entre 2006 y 2014, coincidiendo con años muy difíciles para el fútbol italiano, alejado del dinero de la Premier League y de la frescura mostrada por alemanes y españoles en su forma de tratar la pelota. Italia se estaba quedando atrás tanto a nivel de clubes como a nivel nacional.
Pero sorprendentemente o no, la azzurra no acortó las distancias a través de una nueva forma de catenaccio fiel a su historia, sino dejándose llevar por las ideas que se estaban poniendo sobre la mesa. A falta de dinero y de dominio en Europa, siguiendo aún lejos en algunos aspectos, el fútbol italiano observó silenciosamente las disputas tácticas que se venían sucediendo entre la posesión de balón y la presión adelantada y fue poco a poco absorbiéndolas para no quedarse definitivamente atrás. Gracias a todos los datos que tenemos registrados en las plataformas de Driblab, podemos medir cómo Italia se ha subido al tren en algunos aspectos clave del fútbol actual hasta convertirse en campeón de la Eurocopa 2021 con Jorginho, Verratti, Locatelli o Barella entre otros.

Como vemos en la gráfica superior, uno de los aspectos donde la Serie A ha dado un cambio integral en su manera de entender el juego es en medirse con el rival en campo contrario y no en campo propio, donde todavía se siente cómoda, pero que ha ido abandonando en favor de una mayor presencia cerca del área rival. El número de recuperaciones en campo contrario no ha parado de crecer en las últimas cuatro temporadas, desde 2016 a 2020. Con la Premier, la Bundesliga y La Liga abanderando las recuperaciones en campo rival, la Serie A ha ido acercándose cada año hasta emparejarse con una forma de jugar originada por el nuevo fútbol alemán y el ritmo alto de la Premier League -Liverpool, Bayern y Chelsea, últimos tres campeones de Europa, liderados por técnicos alemanes-.

En este sentido, la cultura del pase se ha asentado definitivamente en el fútbol italiano. A través de un cambio generacional en sus entrenadores, Italia se ha actualizado. Se pasó de Lippi, Capello, Mazzarri, Prandelli, Ancelotti o Mancini, estos dos últimos más generosos con el fútbol ofensivo pero con educación anterior a las ideas de hoy, a la llegada de Antonio Conte, referente y bandera del sistema de tres centrales y su implantación en la Serie A -más del 50% de los equipos lo usan actualmente-, y las de Maurizio Sarri, Roberto de Zerbi, Gian Piero Gasperini o la evolución del propio Roberto Mancini o Luciano Spalletti, Italia ha ajustado su juego a las tres variantes más importantes del fútbol actual: salidas de balón bien construidas, ritmo y presión alta para recuperar más arriba y dominio del balón a través del pase corto.
Así, Roberto Mancini cogió las riendas de la selección italiana tras el descalabro de Gian Piero Ventura, con quien Italia no se clasificó para el Mundial 2018, en uno de los momentos más negros de la historia del fútbol italiano, para reformular la idea colectiva, también la idea de talento y recoger todo lo que se estaba gestando en el día a día de la Serie A. Como analizamos en su momento, Italia ganó la Eurocopa siendo uno de los equipos que más se pasaba la pelota a un ritmo más alto y que más balones recuperaba en campo contrario, dando por exitosa su (r)evolución silenciosa en los últimos años.

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