Cuando Sebastian Battaglia fue destituido como entrenador de Boca Juniors, en julio, pocos pensaban que la hinchada xeneize lucharía y finalmente levantaría el título de campeón, más incluso después de lo vivido en la última jornada, digna de una película de suspense. El principal responsable de semejante cambio fue Hugo Ibarra, también antiguo jugador del club en una etapa de extraordinaria competitividad, a mediados de la primera década del siglo, cuando Boca levantó numerosos títulos locales y continentales.
Por qué fue campeón Boca Juniors no es fácil de contestar desde lo estadístico, porque ni a través de métricas por volumen ni a través de métricas de efectividad vamos a encontrar un Boca superior, salvo contadísimas excepciones. Lo que sí tuvo claro Ibarra fue intentar reducir los riesgos y ser un equipo que creciera recuperando la solidez atrás. Así, Boca pasó a convertirse en el equipo que menos promedio de xG por tiro en contra recibió (0.07, o lo que es lo mismo, la media de los tiros que concedió al rival tuvieron, de media, un 7% de probabilidad de ser gol).
Boca Juniors pasó de 1.17 goles recibidos por 90 minutos a recibir solo un 0.71, con hasta 11 porterías a cero en 23 encuentros de liga. Ibarra lo hizo juntando varias premisas una vez Boca había perdido a Exequiel Zeballos, su extremos más desequilibrante, tras su rotura de ligamentos: apoyarse en un 4-3-1-2 en lugar de 4-3-3, sin extremos, para fortalecer zona central y orientar al rival a jugar por fuera, 10% menos de posesión de media por partido y, por tanto, 10% más de media de posesión para el rival, lo que derivó en una mayor verticalidad en ataque para encontrar más espacios y en un descenso de la altura defensiva de todas las líneas.
Esta forma de defender, jugar y competir dio más el balón al rival y recibió más remates pero a cambio de recibir remates de menor valor y riesgo, aumentar la calidad de sus propias ocasiones (ningún equipo remató en porcentaje más veces a puerta en relación al total de sus tiros como Boca, con un 36% de sus tiros colocados entre los tres palos) y, igual o más importante, ensalzar el nivel de su jugador más importante a nivel competitivo. Alan Varela, uno de los mediocentros defensivos con mejor rendimiento se vio potenciado, y Boca comenzó a crecer desde su seguridad atrás.
Varela pasó a ver crecer todo tipo de métricas defensivas bajo el mando de Ibarra. Arropado, su concentración, técnica en el robo y cobertura en la zona central lo convirtieron en pilar del equipo junto a la experiencia de Rojo, Fabra o Roncaglia, todos ellos jugadores veteranos, a los que Ibarra vio como los jugadores que podían devolverle esa identidad más consistente a un equipo que, en ataque, fue también certero, aprovechando la claridad de las ocasiones.
Exequiel Zeballos por Oscar Romero
Ningún jugador generaba más peligro a favor para Boca Juniors que el talentoso Exequiel Zeballos, extremo diestro ubicado en la izquierda que se rompió el ligamento cruzado tras una entrada. La lesión, producida en agosto, hizo cambiar los planes a Ibarra, siendo el mayor beneficiado el paraguayo Oscar Romero, 'enganche' del equipo y principal enlace para comenzar los ataques.
Con Ibarra, Boca Juniors firmó una racha de 15 partidos sin perder que le llevaron al liderato, con una última jornada en la que Racing de Avellaneda tuvo en sus manos el título tras fallar un penalti en el descuento.
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